Implantología

El implante dental, esa prótesis destinada a ser el sustituto artificial de la raíz de un diente perdido. Habitualmente tiene forma de tornillo y está fabricado con materiales biocompatibles que no producen reacción de rechazo y permiten su unión al hueso (osteointegración).

Las ventajas son variadas dependiendo de los casos. Ante la ausencia de un solo diente por ejemplo, la reposición de éste por un implante evitaría desgastare piezas dentarias vecinas para realizar los tradicionales puentes; en casos en que faltan varias piezas, los implantes permiten evitar el uso de una prótesis parcial removible. Finalmente, en los casos donde no existe ninguna pieza remanente, éstos posibilitan su reemplazo a través de prótesis fija o bien la retención mecánica de una prótesis total removible (sobredentadura).

La intervención para el implante dental es ambulatoria, la misma se llevará a cabo en el consultorio del odontólogo tratante con el equipamiento necesario.

Normalmente se utiliza anestesia local, siendo la cirugía mínimamente invasiva. El paciente tomará medicación de manera preventiva pre y post-operatoria.

Si bien no hay registros de rechazó a los materiales utilizados para el implante (como por ejemplo el titanio), puede ocurrir que el implante no se integre al hueso. Las razones de un posible fracaso son mayormente evitables a través de un correcto diagnóstico sistémico del paciente, local del sitio a implantar, de un protocolo quirúrgico adecuado, de un postoperatorio sin complicaciones, etc. En fin, de un sinnúmero de factores que el profesional debe tener en cuenta antes de la planificación de la cirugía implantológica.

Cada caso es particular, pero en general debe transcurrir un cierto tiempo en que el hueso repara luego de instalado el implante. Este período oscila entre 2 a 4 meses en condiciones normales en que el paciente portará algún tipo de prótesis provisional.